Opinión - El principio del fin.




Por Félix Betances

Es probable que al leer este titular, muchos tiendan a asociarlo a la expresión bíblica: “el principio y el fin” (Alfa & Omega), pero aunque pueda haber alguna relación semántica, no se refiere a lo mismo.
En el caso que nos ocupa nos referiremos a la situación que se genera en toda actividad humana, en la cual se viven y se desviven experiencias, de manera que son muchos los casos en que se puede terminar con la satisfacción del deber cumplido, pero que en otros, se termina con la más terrible amargura jamás imaginada.
A veces, la vida nos permite advertir cuando se aproxima el final de algo que hacemos o que propiciamos y es ésta la mejor oportunidad para pasar balance a lo que hacemos y a cómo vivimos, de manera que esto nos permita poder diferenciar entre, si hemos actuado correctamente o si lo hemos hecho al revés; con vileza y altanería.
Esta oportunidad les permite a los más inteligentes corregir o reajustar su accionar, a fin de complementar lo que pudiera definirse como una brillante carrera. Sin embargo,  hay quienes nunca llegan ni siquiera a darse cuenta de cómo actuaron, aunque hayan tenido las peores actuaciones, ya que sus escasos márgenes de habilidades, por definirlo de alguna forma, no les permiten ver más allá de donde les alcanzan sus narices, no obstante el daño que pudiesen haber causado a la sociedad en que viven.
En consecuencia, la misma sociedad que recibe las insatisfacciones de quienes la dirigen y manejan, siempre cifra sus esperanzas en que algún día las cosas puedan cambiar en su beneficio.
Es muy fácil ver lo que ocurre en nuestro país en el plano político, con los cambios que va propiciando la propia naturaleza, donde se vislumbra la incertidumbre de quienes nunca se prepararon para los mismos o simplemente nunca pensaron que estos podrían llegar un día.
Por ejemplo: la eliminación del arrastre establecida en la ley 157-13 y que ratificó recientemente el T.C., al rechazar la decisión de la J.C.E. de eliminarlo en 26 provincias y aceptarlo en unas seis.
Otro ejemplo es el vivido por algunos líderes políticos que después de haber llegado a la cima, ven de repente debilitarse las estructuras en que se sostienen y en el peor de los casos, empiezan a vivir las amargas experiencias de ver, cómo los mismos que les ayudaron a encumbrarse, son los primeros que les sacan el cuerpo o simplemente preparan el espacio o el lugar en que los esperan el día en que se estrellen.
Es muy difícil tener que aceptar que quienes anteriormente te ayudaron a subir, hoy sean los primeros que te rechacen y preparen tu caída; es entonces preciso actuar con corrección y justicia, para que si tienes que caer un  día, tu caída no sea tan estrepitosa.

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